DEFENDAMOS LA HISTORIA

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DEFENDAMOS LA HISTORIA

– DECLARACIÓN –

En los países surgidos de la desintegración de la República Federal Socialista de Yugoslavia está muy presente la actitud revisionista hacia el pasado. El revisionismo histórico es el abuso de la ciencia histórica, la distorsión deliberada y tendenciosa de la imagen del pasado. Él implica adaptar el pasado a las necesidades políticas modernas, extraer y enfatizar los datos deseables y fabricar datos inexistentes, seleccionar fuentes históricas, eliminar todo lo que no coincida con las ideas y programas políticas imperantes. Por otro lado, el trabajo de un historiador tiene que incluir el avance de conocimiento científico, el descubrimiento de nuevas fuentes históricas y nuevas interpretaciones de las ya conocidas, la aplicación de nuevas metodologías y paradigmas, el constante análisis y recontextualización.

Todos los países tienen ciertas políticas históricas, pero las ideologías nacionalistas y las guerras han hecho que los abusos de la ciencia histórica en los países surgidos de la desintegración de la RFSY sean particularmente expresados. La ciencia histórica se ha utilizado para preparar las guerras psicológicamente, así como para mantener políticas basadas en la explotación de las pasiones nacionalistas después de las guerras. Los políticos, medios de comunicación, muchos grupos de interés, así como los propios historiadores, han abusado de la ciencia histórica.

El revisionismo histórico se aplica para mantener vivos los viejos mitos y crear nuevos mitos, fortalecer estereotipos, desarrollar prejuicios y odio hacia los vecinos. “Nosotros” siempre somos víctimas, “los demás” tienen la culpa de todo. Sobre la base de la autovictimización se crea una conciencia paranoica de la historia, que libera a la víctima de todas las consideraciones morales y fomenta el deseo de venganza. La autocompasión se usa para homogenizar la nación, para unir aún más la nación, se suprime el pluralismo, y los individuos y grupos sociales se hunden en un imaginario colectivo “biológico” o “espiritual”. El papel de víctima nos estanca en el pasado y no nos permite seguir adelante.

En todos los países creados en el territorio de la RFSY la historia de la Segunda Guerra Mundial es objeto de manipulación. El procedimiento revisionista hizo que se eliminaran de la historia los hechos determinados por la metodología científica y se introdujeran en ella los hechos para los cuales no hay ninguna base en las fuentes históricas. De esta forma, en nuestras sociedades se borran las coordenadas morales claras, se pierde el límite entre fascismo y antifascismo y se crea el peligro de que se repitan los crímenes similares a los del pasado.

Hoy en día, la historia es un espacio en el que las guerras provocadas por la desintegración de la RFSY continúan “por otros medios”. Esas guerras fácilmente pueden volverse susceptibles de manipulaciones políticas tal como lo es la Segunda Guerra Mundial. Los aniversarios se utilizan para la movilización nacionalista y la consolidación de las autoridades autoritarias. No hay piedad ni empatía por las víctimas “ajenas”. Después de casi treinta años desde el comienzo de esas guerras, ninguna de las partes involucradas muestra intención alguna de reconocer su papel y aceptar su responsabilidad.

Hoy en día, la historia es una línea de reserva en la que arden las enemistades que destruyen nuestras sociedades.

Por eso es necesario defender la ciencia histórica y hacer todo lo posible para detener sus abusos.

Nosotros, los que firmamos esta Declaración, respaldamos los siguientes principios:

1.      La historia es una ciencia.

Ella no es fruto de una opinión arbitraria y debe basarse en la investigación de las fuentes históricas, su verificación y comparación, en establecer los hechos precisos y comprobables y en su análisis y síntesis.

2.      La historia es dinámica.

Igual que cualquier otra ciencia, la historia constantemente adquiere nuevos conocimientos, encuentra nuevas fuentes históricas, las vincula y las reinterpreta. La revisión de la historia es el resultado de nuevas investigaciones. En cambio, el revisionismo histórico es la manipulación de los hechos históricos para lograr un determinado objetivo político.

3.      La historia es una disciplina de pensamiento crítico.

Ella no es ningún tabú que sirva para fortalecer los sentimientos nacionales y las políticas de identidad ni tampoco para difundir los estereotipos y prejuicios. Debería enseñarnos cómo verificar la autenticidad de los datos, cómo reconocer manipulaciones y abusos del pasado.

4.       La historia tiene múltiples perspectivas.

Los hechos históricos están determinados por la metodología científica, pero las interpretaciones de estos hechos pueden ser diferentes porque dependen de la perspectiva desde donde se mira. Esto no significa que se pueda relativizar el pasado, pero sí significa que su interpretación está sujeta a debate en el que hay que tener en cuenta los hechos relevantes y las opiniones contrarias, sin ocultar los datos que no encajan en la imagen políticamente deseable.

5.       La historia es una totalidad.

¡No se puede tomar del pasado lo que nos guste y echar aquello que no corresponda con las necesidades políticas actuales! No debe haber ninguna selección motivada por razones políticas e ideológicas, ni tampoco períodos históricos, estados, pueblos, grupos sociales, ideas, movimientos apropiados e inapropiados…

6.       La historia es supranacional.

La historia no se puede delimitar por fronteras étnicas. No podemos ocuparnos exclusivamente de nosotros mismos, porque de esa manera podemos perder el contacto con la realidad. El pasado está entrelazado, conectado e interdependiente. Las naciones, los países y los grupos sociales se crean, existen y se desarrollan a través de los contactos mutuos. Solo dentro de esa complejidad e interdependencia podemos comprender tanto el pasado como el presente.

7.       La historia es contextual.

El pasado, igual que el presente, no se puede comprender de forma aislada, fuera de contexto, reducido a un problema estrecho. La realidad pasada ha sido influenciada por muchos factores, por lo que encerrarlo dentro de unos límites estrechos es una manipulación de la ciencia histórica, que impide la comprensión del pasado y la cooperación entre historiadores.

8.     La historia es racional.

La historia no es un mito, un dogma, una religión, una ideología, una emoción. En ella no se cree, ella no se juzga, no se le acusa, por ella no se apuesta. Ella explora el pasado, intenta comprenderlo y explicarlo. Nos enseña a comprender la complejidad del pasado para afrontar racionalmente el presente y valorar de forma realista el futuro.

9.     La historia es libre.

Como cualquier otra ciencia, la historia puede avanzar solo si las investigaciones son libres de toda presión política, ideológica, religiosa o económica. ¡No puede haber historiadores apropiados e inapropiados, “patriotas” y “traidores”!

10.           La historia es responsable.

El presente se basa en la noción de pasado. El pasado está en peligro si se abusa del pasado, si se oculta, si se añade en él algo que no ocurrió, si se “olvida” y relativiza lo que pasó. Esto crea una visión falsa del presente, cuyos problemas no podemos ver objetivamente ni, por consiguiente, resolver. Los historiadores deben ser socialmente responsables.

Por todos los motives expuestos, nosotros, los que escribimos y firmamos esta Declaración, solicitamos:

  1. A los historiadores: que se adhieran firmemente a los más altos estándares en el establecimiento de los hechos y que luchen por la aplicación de los métodos científicos historiográficos, especialmente cuando se trata de los temas delicados y controvertidos del pasado;
  2. A las élites políticas: que persigan políticas responsables de la historia, que dejen de abusar del pasado y que no dependan de los historiadores, intelectuales y grupos de interés que alimentan las pasiones nacionalistas, enfrentándonos unos a otros para fortalecer su posición política;
  3. A los parlamentos, nacionales y europeos: que dejen de aprobar leyes, resoluciones, preámbulos y otros actos que imponen la “verdad histórica” y una interpretación conveniente del pasado, porque de esa manera están directamente involucrados en la adaptación de la historia y la manipulación peligrosa del pasado;
  4. A los tribunales: que en la aplicación de la ley tengan en cuenta los hechos históricos establecidos para no contribuir al fortalecimiento de la pseudohistoria y la rehabilitación de colaboracionistas demostrados de la Segunda Guerra Mundial, así como de todos los responsables de los crímenes de guerra en el pasado reciente;
  5. A los Ministerios de Ciencia: que fomenten y apoyen financieramente los proyectos que investiguen de manera libre y crítica todos los temas de interés científico, incluidos los sobre los lados oscuros y controvertidos de su propia historia; que apoyen financieramente los proyectos científicos conjuntos entre los países vecinos, para desarrollar un enfoque multiperspectiva para los acontecimientos pasados;
  6. A los Ministerios de Educación: que no conviertan la enseñanza de la historia en una asignatura que sirva exclusivamente para la formación de la identidad nacional y la propagación del odio. La historia debe ser la asignatura principal en cuanto a la adquisición del pensamiento crítico, basado exclusivamente en los enfoques modernos de la educación en el campo de la historia donde no habrá tabúes. Los ministerios deben apoyar el intercambio de profesores universitarios y docentes en las escuelas;
  7. A los Ministerios de Cultura y todas las autoridades que se ocupan de las políticas de la memoria: que detengan la práctica de erigir monumentos y abrir nuevos museos dedicados a personas u organizaciones que han participado en la propagación del odio y en los crímenes. Tal política de la memoria solo sirve para difundir y mantener vivos el odio, las tensiones y el nacionalismo apasionado;
  8. A los medios de comunicación: que traten el pasado con suma responsabilidad, que sean críticos con los parahistoriadores e historiadores que promueven la intolerancia y distorsionan el pasado, que no usen ningunos datos no verificados, que no oculten los hechos históricos y que no se aprovechen del pasado para provocar el enfrentamiento entre las políticas antagónicas;
  9. A las autoridades locales: que dejen de denominar escuelas, calles, residencias de estudiantes y otros edificios públicos en honor a las personas que durante la Segunda Guerra Mundial y en las guerras recientes incitaron al odio étnico y al antisemitismo y fueron responsables de crímenes de guerra;
  10. A los profesores de historia: que apliquen nuevos métodos de enseñanza de la historia, que practiquen habilidades prácticas y el pensamiento crítico con sus estudiantes, que animen a los estudiantes a trabajar con las fuentes históricas y que analicen cada afirmación sobre el pasado. Sin pensamiento crítico en la enseñanza de la historia se fortalecen la conciencia autoritaria e intolerancia entre los jóvenes.